CRÓNICA DE UNA ESTUDIANTE DE PERIODISMO
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La visita que realizó la joven estudiante de periodismo Laura Latorre al Centro de Día los Sitios y la crónica que sobre la misma hizo, bien merece un espacio único en nuestra web. Clara en sus apreciaciones e intimista, como lo es la propia realidad del centro, Laura nos adentra en un día cualquiera de nuestros mayores.
EN PAZ CON LA VIDA
» Son las 11 de la mañana y es martes, en el centro de día La Caridad es la hora de hacer visualización y pensamiento positivo, una clase en la que los mayores trabajan la relajación, la creatividad y el optimismo y tratan de afrontar su vida con ilusión.
Con el paulatino envejecimiento de la población, los centros de día han ido cobrando importancia y cada vez más mayores recurren a ellos como un paso intermedio entre la independencia absoluta y la estancia en residencias. Entre los servicios que ofrecen y las actividades que se llevan a cabo en estos centros, la terapia ocupacional juega un papel de vital importancia, ya que mejora la salud y la calidad de vida. En el centro de día La Caridad, en Zaragoza, llevan cuatro años desarrollando la actividad de visualización y pensamiento positivo como parte de su programa de terapia. Como explica Estela Calatayud, la terapeuta ocupacional del centro, con esta actividad se intenta que los mayores entren en un estado de relajación profunda en el que la visualización y la creatividad es mayor y más fácil de conseguir.
La sala donde se realizan las actividades se asemeja a una clase de niños de infantil: está decorada con dibujos que han pintado los usuarios del centro de día: hay dragones, nazarenos y flores. Cada quincena, uno de los usuarios cuelga en un panel de corcho fotografías representativas de su vida. Ángel, el protagonista de esta quincena, ha colgado instantáneas de su comunión, su infancia, su boda y varias fotos de sus dos hijos. La sala, pues, está lejos de coincidir con la imagen que muchos pueden tener de un centro para mayores como un lugar de apariencia hospitalaria. Por el contrario, la sala tiene grandes ventanales por donde entra la luz del sol, está decorada y los mayores charlan animadamente. Están escribiendo concentrados cuando Estela entra para anunciarles que van a empezar la actividad. Guardan, entonces, los cuadernos en sus carpetas y preparan cuidadosamente los materiales para la siguiente actividad.
Para la primera parte de la clase, se basan en el libro de Louise Hay Sana tu cuerpo que defiende que el 90% de las enfermedades son psicosomáticas, es decir que pueden tener causas mentales, y propone formas metafísicas para superarlas. Para ello los mayores escriben veinte veces las frases que propone el libro, según sus dolencias particulares. Concentrado cada uno en sus hojas de ejercicios, los nueve participantes de esta clase escriben sus respectivas frases. El ambiente es de compañerismo e ilusión. Hablan sobre las actividades y se ayudan los unos a los otros, “abro va sin hache” le dice José Luis a Enrique sin dejar de escribir su frase. Enrique es invidente y escribe en braille: me abro a la alegría y al amor. “Me siento mejor de salud, de tranquilidad y de todo” cuenta. José Luis se sienta a su lado y escribe la frase Perdono a todo el mundo. Es un hombre agradable que habla con todos sus compañeros casi sin dejar de escribir. “Me gusta pensamiento positivo porque por regla general todo lo que hacemos aquí me gusta. Me vienen bien estas clases para sentirme independiente” dice, mostrando una amplia sonrisa. José Luis parece el abuelo que todo niño desearía tener: jovial, amable y con muchas historias que contar. Una de las cosas que más llama la atención de este curioso grupo de alumnos es cómo se esfuerzan por hacer bien los ejercicios: de la primera a la última letra. Por la ilusión y las ganas que ponen en las actividades, forman un grupo agradecido, lo más parecido a los alumnos perfectos.
Una vez superada la barrera de los 80, es más probable que aparezcan enfermedades y problemas de salud. Por eso es común escuchar a la gente mayor quejarse de su estado de salud. Como explica Estela, “el cerebro no distingue las imágenes reales de las imaginadas por eso aunque la analítica sea mala, aquí intentamos crear otra imagen, una positiva”, de ahí que tenga que escribirse la frase veinte veces, para que los mayores se convenzan de la imagen que quieren crear. Actividades como esta intentan que las personas mayores dejen sus dolencias a un lado, intenten sentirse mejor y afrontar el día a día de forma más positiva. La mejor prueba de la efectividad que tiene esta actividad tiene lugar cuando Estela se dirige a todos los presentes, que dejan a un lado sus tareas para escucharla, y les pregunta “¿cómo estamos cada día?”. La respuesta no se hace esperar, todos contestan sonriendo y casi al unísono “mejor, mejor”. Estela explica “esto es lo que intentamos conseguir, antes siempre contestaban que regular, que les dolía algo y ahora siempre responden que mejor”.
Nati lleva dos años como usuaria en el centro. “Me costaba al principio, pero ahora ya comprendo por qué hacemos estas cosas. Antes estaba dejada de la mano de Dios, ahora hago hasta donde llego y pongo interés” dice con una amplia sonrisa. Cuando sonríe parece que sus ojos lo hacen también.
Cristina tiene ochenta y siete años y viste de forma impecable, incluso se ha maquillado un poco. Se ve en ella a una mujer ilusionada y con vitalidad que muestra una amplia sonrisa con cada respuesta que da. “Mi frase es soy libre para disfrutar de la vida en este mismo momento. ¿Verdad que es buena frase?” dice “no nos podemos quejar. Yo vengo muy contenta. Aquí comemos y merendamos”. Cuando José Luis la trata de usted ella se queja horrorizada “no me trates de usted, por favor, que somos compañeros”.
Estela anuncia que es el momento de iniciar la segunda parte de la clase: la relajación. Con ella se pretende mejorar el descanso, la capacidad de concentración, la imaginación, la creatividad y la autoestima. Estela les informa de que van a escuchar una canción de Deepak Chopra llamada Luz vibrante. “Ah sí, esta es majica” dice espontáneamente Enrique mientras va cerrando los ojos. Es difícil no sonreír con la espontaneidad de estos mayores. La posición para la relajación es sencilla: ojos cerrados, pies apoyados en el suelo y espalda recta. La canción es tranquila y una voz dice qué se debe imaginar: “una luz brillante que llena con su suavidad tu cuerpo y tu mente”. Algunos se cruzan de brazos, otros los dejan caer o apoyan la cara entre las manos. Durante los diez minutos que dura la relajación, las caras de los alumnos se relajan mientras dejan vagar sus mentes. Sus rostros, a pesar de estar marcados por el paso del tiempo, muestran alegría, vitalidad y sobre todo ilusión. Compartir una clase con estas personas ayuda a cuestionar, si no romper, esa idea preconcebida que muchos tienen de la tercera edad como gente sin interés o con capacidad para pocas cosas. Estos mayores no se sientan a ver cómo pasa el final de su existencia, sino que lo viven aprovechando cada minuto. Cuando cesa la música y acaba la actividad todos parecen más tranquilos. Margarita, que es nueva en el centro, dice que aunque sea su primer día en esta actividad “ha encontrado paz” y está deseando hacerla de nuevo. Algunos, como Rodolfo y Ángel, prefieren los días que utilizan el método Silva para la relajación, mediante el cual con unos sencillos pasos se consigue un estado de relajación profunda. Estela comenta: “cuando hacemos el método Silva, que dura 45 minutos, alguno ronca”. Todos se ríen. Así dan por terminada la hora de visualización y pensamiento positivo y comienzan a prepararse para la siguiente actividad.
Aunque cuentan que han sufrido en su vida enfermedades y momentos dolorosos, todos tienen ánimos para acudir casi a diario a este centro de día donde dibujan, escriben, hacen relajación y lo más importante: socializan. Debe ser difícil no sentir ternura por estos mayores, con sus gafas, sus faldas plisadas, sus pañuelos doblados pulcramente, sus corbatas y sus chalecos de punto. Con esa sonrisa de inocencia que la vida parece devolver a la gente mayor en los últimos años de vida, con mirada profunda y sabios consejos. “Hay que tirar para adelante con todo” dice Margarita, y uno cree que tiene razón cuando ve cómo, a pesar de lo que la vida les haya podido hacer sufrir, siguen escribiendo cada día, con sus arrugadas y temblorosas manos estoy en paz con la vida.
Especial agradecimiento al centro de día La Caridad, a Estela Calatayud y Susana Arilla.»
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